viernes, 9 de mayo de 2008

Por las dunas . - *

"Más o menos así. Como quien insiste, porfiado, tras dos intentos en años inmediatamente anteriores, acepté volver a ir. Y hasta me ilusioné, ingenuo, con que podía ser una oportunidad más (acaso la última!) de salvar unas pocas relaciones para la posteridad. La realidad del viaje anterior (aquel al sur) se repitió como calcada en otro fondo: la diversión y la vida misma giraban en torno a los mismos parámetros. ¿Qué es lo que estamos viviendo?, me preguntaba con cada espécimen que me cruzaba en la orilla. Las noches se repetían, iguales, clonadas, casi siempre con una simpática vagancia pero rodeada de la misma distorsión (y en contacto con ella, that's the point).La pregunta es ¿por qué? ¿Por qué seguir girando nuestras vidas en torno a los mismos parámetros, ahora tan quemados? ¿Por qué seguir abrazándonos al absurdo folklore formado al rededor de tan ridículos elementos? ¿No hay aporte individual? ¿No hay conciencia creativa? Esto dista mucho de los pataleos de aquel niño de séptimo grado: esta vez va con tolerancia. No es que no lo hagas, pero... ¿Vas a hacer lo que hacen todos porque lo hacen todos? ¿Vas a hacerlo todo el tiempo? Esta vez fue aún peor. Cambió un frío que apenas intimidaba por un calor que con suerte daba tregua. ¿Las chicas? Más destapadas, y esta vez sin culpa (y claro, hace calor) ¿Los chicos?: "Sexo, drogas y rock&roll". ¿La playa y la peatonal? Un hormiguero invadido por una plaga ridículamente a la moda: peinados muy "in"; anteojos cool y un carisma con el que invitaban a la diversión nocturna. Y las masas, encantadas como parte de ese sistema supuestamente clandestino pero aceptado y hasta apoyado por abajo de la mesa (son así las ciudades que viven del turismo conviviendo con una mafia que mueve tanto dinero como es la industria del entretenimiento, con sus “líquidos” y sus “gases”). El sectarismo de los grupos también se repitió, atenuado tal vez por el hecho de que la villa balnearia aún no tiene el status de icono pelotudo que sí tiene desde hace tiempo la ciudad sureña que constituye el destino obligado de los egresados. Sin embargo sí había un dejo de fresca sensación de libertad y de estúpida obligación de descontrolarla.Parado en los últimos escalones, mirando hacia atrás y a otros que ya vuelan alto y que pisaron mucho más fuerte en la escalera antes de despegar, es fácil pensar que uno ha querido subir demasiado rápido, que han quedado cosas por vivir, que se han dejado cabos sueltos, que se ha malgastado el tiempo enroscándose, creando sufrimiento de la nada y no animándose a tomar riesgos bastante normales. Pero... tampoco es que no se ha vivido nada. Acá es cuando uno tiene que rescatar esa individualidad que tanto profesa uno mismo y decir: he vivido a mi manera; no he sido un bicho raro pero tampoco hice cosas que no quería. No hay que arrepentirse de nada. Ni de los errores, pues de todos ellos se construye un nuevo futuro. ¿Qué decía uno hace algunos años? Que la edad de oro iba a ser a los 19, con el secundario completamente terminado, con trabas como el levante bolichero y vacacional y la boludez hormonal totalmente superadas y con la cabeza ocupada en la creación artística y en la construcción de la propio porvenir. ¡La vida comienza ahora!"


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Escribí esto en enero de este año. A pesar de que pasaron unos pocos meses me siento en una situación diferente a la que vivía cuando salió el texto (suele dar esa sensación cuando analizás el verano pasado estando bien adentrado en el año laboral/lectivo). Sin embargo, siempre me dejó muy conforme por la claridad y la contundencia con que me salieron las ideas, además de que me dio la idea de crear el blog. Hoy lo pienso con un punto de vista un poco más tolerante y reflexivo. Pero creo que en esa época el asunto tenía que ver con cómo uno idealiza personas hacia quienes se siente unido por vínculos fuertes y olvida la condición de humano propia y de la otra persona y tiende a tener pensamientos muy exagerados y paranoicos, que siempre tienen resultados desesperantes, angustiosos y finalmente autodestructivos. Es pretencioso, idealista e incorrecto que después de pasada la tormenta uno pretenda pasar lista de los errores que se cometieron, como apuntando al "qué habría pasado si..?". Sin embargo es deseable un cambio interno, sin que se modifique necesariamente el mapa de relaciones. Un cambio en la mentalidad y en la actitud hacia ellas, muy lejos de los pensamientos enroscados y conspiracionistas. Poder vivir tranquilo y dejar que vivan tranquilos los demás.

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